Muchos eventos en nuestras vidas están destinados, comenzando con nuestro nacimiento y la familia en la que nacemos. Se nace en una familia en la que las condiciones son favorables para saldar nuestro destino y en la que nuestra cuenta de toma y daca es significativa con cada miembro de la familia.
Según la ley del Karma, cada acto positivo genera un “mérito” mientras que cada acto negativo genera un “demérito” o pecado. Subsecuentemente, uno debe cosechar los resultados de sus propias acciones. Cada vez que hacemos una buena acción hacia otros, estamos destinados a recibir a cambio algo positivo (en forma de algún tipo de felicidad) ¡aparte de un simple gracias de la persona! Cada vez que hacemos daño, estamos destinados a recibir a cambio algo negativo, en forma de algún tipo de sufrimiento. No se puede evitar esto con un simple “¡Perdón!”
La ley del Karma es infalible. Es algo como la tercera ley del movimiento de Newton, que afirma, “A cada acción corresponde una reacción igual y contraria”. A lo largo de nuestras vidas estamos o bien saldando una cuenta pasada o creando una nueva. Si la cuenta no se puede saldar en este nacimiento, se traslada al siguiente. Nosotros no tenemos conscientemente ningún conocimiento sobre las cuentas de toma y daca generadas en nacimientos anteriores.
Además, la situación de relación y el sexo de la persona con quien tenemos una cuenta podrían cambiar en nacimientos subsiguientes. Así, el padre de una persona en un nacimiento puede nacer como su hija en el siguiente nacimiento.
A continuación, algunos ejemplos sobre cómo se crean y saldan las cuentas según nuestro destino. Estos ejemplos ayudan a comprender cómo la práctica espiritual puede anular los efectos del destino:
Según la ciencia de la espiritualidad, la mayoría de los miembros de nuestra familia son personas con quienes tenemos cuentas positivas o negativas de nacimientos previos. La razón es que tenemos que estar cerca de las personas con quienes tenemos karma para poder experimentar ya sea placer o dolor.
Así, vemos cómo la espiritualidad puede ser útil incluso para aquellos de nosotros que no tenemos aspiraciones espirituales en lo absoluto y sólo deseamos vivir mundanalmente. Incluso para que esas relaciones mundanales sean fructíferas necesitan ser aisladas del destino.